viernes, 19 de junio de 2009

MI EGO, YO Y LA VIDA EN EL CAFÉ

Nos levantamos todos los días a las 6:10 de la mañana, no, no es cierto. El despertador suena todos los días a las 6 de la mañana, despertamos y posponemos el momento de levantarnos 10 minutos más. 

6:20,  ahora sí nos levantamos, prendemos el radio y nos arreglamos. Jeans y la camisa del uniforme  nuevamente.  La monotonía finalmente le llegó a nuestro estilo de vestir.

De cualquier manera, sabemos que nos vemos bien.

Somos meseros en un pequeño café en Ultimo Sydney. En dónde cada día alguien nos levanta el ego. 

 

"Que linda sonrisa", me dijo un día un viejito como de ochenta años, "se parece a la que tenía mi hijo, pero él ya se ríe más, por favor siempre sonríe”. Nunca ningún hombre (Buga) nos había dicho algo así.  

 

En otra ocasión, un par de señoras nos preguntaron si éramos españoles, “somos mexicanos” respondimos, “ah, pero hablan español”  “si” contestamos, cuando ya estaban por irse, nos dijeron que somos muy guapos, “Exóticos” fue la palabra que usaron exactamente, “No hay mucha gente como ustedes por aquí”.  Un nuevo significado para esa palabra en mi diccionario y una nueva forma de ver la vida.  De sonreír y ser insultados, a sonreír y recibir piropos.

Hay una maestra de TAFE, seguido parece  muy preocupada por algo.  Nos gusta mucho platicar con ella, le damos palabras de aliento, platicamos del clima y de las condiciones laborales, luego nos dice “tienen toda la razón, no debo estresarme tanto, de cualquier manera, es tan agradable venir a tomar un café y vertlos aquím eso me hace sentir mejor”. “muchas gracias, que amable”. ¿ a poco no es lindo?

 

Ty, es un muchacho muy agradable, es australiano, está casado con una filipina de nombre María, los dos son muy simpáticos. Un tarde lluviosa, íbamos camino a casa y los encontramos por la calle. Platicamos un buen rato bajo la lluvia, me invitaron a tomar unas copas y acordamos en hacerlo tan pronto como sea posible, hasta el momento no hemos tenido tiempo para hacerlo, o más bien es que así son los australianos, un día eres su mejor amigo y al siguiente momento no te recuerdan.

 

Tim llega todos los días muy temprano a comprar su café, "siempre se está riendo" "¿Será por eso que llama tanto nuestra atención?" Como siempre, nos saluda y platica con nosotros unos minutos, luego da la vuelta y se va a trabajar. Estamos seguros de que es buga, y él sabe que onda con nosotros, de cualquier manera, eso parece no importar aquí, en donde nadie es nada, las etiquetas se diluyen y la gente, simplemente parece pertenecer.

 

Todos los martes viene un señora a la que le encanta platicar con nosotros, viene a acompañar a su hijo a la universidad Tecnológica y aprovechan para tomarse un café y comerse un stuffed monkey (es como un roll de canela bimbo). “Que de dónde somos, que como está nuestra familia, que si el clima de la ciudad de México es más frío que el de Sydney”.  Bueno, aquí se conoce de todo tipo de gente y definitivamente esta señora puede alegrar el día de cualquiera.

Josh es el tipo más chistoso que hemos conocido, un día llegó al café y olímpicamente ignoró a todos y se dirigió exclusivamente a nosotros, pudimos  ver en sus ojos el coqueteo, todos se quedaron callados mientras el pedía un Brownie, mostrando su encantadora sonrisa y nos preguntaba de que país veníamos, y muchas más cosas personales, obviamente, no pudimos evitar ponernos  rojos. Nuestro jefe estaba petrificado, no se movía y no decía nada, parecía a punto de soltar la carcajada. En el segundo en el que Josh se marchó la burla de todos fue imparable. Sinceramente lo disfrutamos y no es que seamos ególatras, pero si. Siempre es bueno que alguien te haga sentir bien.

 

En Australia no tenemos nacionalidad, o eso parece. Un día preguntan si somos filipinos, otro si somos brasileños, españoles, chilenos, colombianos, peruanos, ah, claro Franceses también.

Con su acento francés y la típica arrogancia de su raza, Thomas llegó, pidió un café negro, dio media vuelta y caminó hacia una mesa. Alto, cabello oscuro, ojos marrones y la piel de color olivo, nos preguntó al acercarnos a  su mesa “¿song frangceses? “No, somos mexicanos”, respondimos, “pegrdon, pengse que egran frangceses”.  Desde ese día, él viene diario a tomarse un café negro, a leer un libro y por supuesto a platicar 5 minutos con nosotros. Platicamos de la vida, de la muerte de su padre, del trabajo, de su reciente viaje por nueva Zelanda y como casi lo detienen en el aeropuerto por que su visa expiró. Como ya somos amigos, nos prestó un libro en Frances que está muy aburrido y no he podido terminar. ¿o será solamente un pretexto?